domingo, 9 de diciembre de 2012

El diablo interno. Crítica de Daniel Gaguine. NU



EL DIABLO INTERNO
Por Daniel Gaguine 
 Oscuridad. De a poco, se va haciendo la luz. Dos mujeres ubicadas a ambos extremos de lo que sería el escenario hablan de ella y del pianista, una pareja a la que conocen. Son testigos y locutoras de las acciones de la pareja para luego transformarse en ese dúo donde el amor, la violencia y el ejercicio del poder, así como la culpa, forman un cóctel explosivo. Ellas serán el pianista y su esposa, con ese vínculo que los une pero sin dejar de lado que también conformarán a los testigos que miran y se sorprenden de lo que ocurre. 
En un ambiente despojado, con solo dos sillas romanas, Stella Matute y Alicia Naya llenan el escenario de palabras, sensaciones y conceptos para reflexionar. Con un par de binoculares, un pañuelo o una tina de agua, transcurrirán todos los personajes de una obra fuerte y necesaria. El clima de la puesta atrae y cambia de un momento a otro, gracias a una dirección exacta que enmarca el texto en un lugar justo para que a través de las excelentes actuaciones de las actrices se conforme una puesta de muy buen nivel, en la que no está exenta de análisis la cuestión social y cultural que podría llegar a avalar un contexto de violencia que va más allá del golpe y el insulto. Porque el “es un problema de ellos”, “es mejor no meterse”, “después se le pasa, si al fin y al cabo la ama” es la peor complicidad frente a la agresión.
Los personajes no tienen nombres. El pianista puede ser remisero, médico, abogado o verdulero. La profesión cambia pero no su condición de golpeador. Ella puede ser cualquier mujer, en esa situación de vulnerabilidad y violencia de género. Sólo tiene nombre la hija de la pareja: Irene.
El dibujo de los personajes aborda particularidades propias pero que abren la puerta a un debate fuerte respecto a las posiciones sostenidas por ambos, porque hay víctimas, victimarios y una sociedad cómplice desde la ignorancia, la inoperancia o la mala educación que se brinda desde la niñez.
“Fragmentos de un pianista violento” llama a la reflexión y pone el dedo en la llaga con respecto al papel de todos frente a la violencia de género. Después de ver la obra, se realiza un debate del que participan el director, las actrices y un especialista convocado para la ocasión.

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