teatro » nota
La obra de Darío Bonheur, espléndidamente
interpretada por Alicia Naya y Stella Matute, indaga la violencia intrafamiliar
desde una mirada desplegada en diversos sentidos. Estupenda puesta y dirección
de Fernando Alegre.
por Teresa Gatto
"El
silencio estimula al verdugo"
Elie Wiesel
Elie Wiesel
Dos mujeres. En
el departamento de al lado, reina la violencia. Ellas espían y conjeturan. ¿Por
qué el pianista ataca a su mujer? ¿Por qué ella lo soporta? ¿Sólo la arrasa
cuando está bebido? ¿O desde hace un tiempo el alcohol no es necesario y la
maltrata sin razón?
No existe razón
para la violencia que no radique en una patología. Por eso estas mujeres, que
alternan no sólo sus roles sino que son capaces de un bovarismo atroz, en
términos de la capacidad que un sujeto tiene de crearse una personalidad
ficticia -de sostener un papel al que se atiene a pesar de su verdadera
naturaleza y de los hechos- mutan y se mixturan. Esta posibilidad otorga
dinamismo a la puesta toda vez que ambas mujeres serán capaces de asumir los
roles de eso que observan, de actuar en consecuencia y de escenificar aquello
que como vouyeristas han estado observando amparadas en esa razón de la
sinrazón que es mirar la vida del otro y llevar esa observación hasta límites notables.
El texto, como
su título lo indica, está conformado por una serie de fragmentos que a la vez,
como una mise en abyme, es vuelto a fragmentar en las acciones de
las intérpretes que se desenvuelven en un dispositivo escénico de gran
operatividad en el que el Director Fernando
Alegre tiene mucho que ver, ya que montar
esta obra es un desafío no sólo por la cualidad fraccionada de las disitntas
intervenciones textuales, sino porque cada corte y pausa, forman parte de una
herida que se inflige al otro, sea la mujer del pianista o, en el cambio de
papeles, a sí mismas.
Además de las
impecables actuaciones de Alicia Naya y Stella Matute que componen los diversos roles desde
abruptos cambios de inflexión tan certeros como el golpe inesperado de un
agresor, la resolución aprovecha la planta de modo de que el público pueda
observar desde dos laterales y de ese modo la puesta en abismo se reitera,
porque no hay un solo modo de ver y/o sufrir la violencia.
Cada noche de
sábado en que la obra sube a escena, los próximos 6 sábados en el Centro Cultural Caras y Caretas, los
espectadores, tendrán el plus de quedarse a un debate abierto sobre la
violencia de género, doméstica o de cualquier índole a cargo de invitados. El
día del estreno el debate fue coordinado por el Dr. Hugo Bab
Quintela reconocido psiquiatra, dramaturgo,
etc., y quien escribe esta nota.
Fragmentos de un
pianista violento es una re-presentación de la
violencia que, hecha con gran originalidad, apela a aquellos golpes que ahora
mismo está recibiendo esa mujer o ese hombre medianera de por medio y a la que
nosotros mismos podemos ejercer cuando algún resorte se suelta de nuestro
umbral de percepción.
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